Tu sigues
subiendo, sin descanso, escalón a escalón, con un cierto ritmo y
cada vez más cansado aunque ilusionado al mismo tiempo.
Un día
decides mirar escaleras abajo y el orgullo de la altura te hace
perder el equilibrio.
Caes
rodando una a una y se te clavan en el cuerpo mientras los golpes te
colorean la piel mezclando rojo y azul.
Cuando
llegas abajo, desanimado por haber vuelto al principio piensas un
buen rato y seriamente en abandonar.
Pero luego crees que a pesar de
que esta vez has caído desde una mayor altura que otras veces podrás
volver a subirlas si te lo propones, incluso, y te planteas el peor
de los casos, estando paralítico. Entonces, sin fuerzas y dolorido
te levantas para seguir, tu mente quiere volver a intentarlo y
obligas a tus músculos a responder para llegar hasta la cima.
Cuando vas
a dar el primer paso y a apoyar el pie en el escalón miras hacia
arriba y te mareas.
La
hemorragia interna ha llegado a tal punto que te deja muerto allí
mismo.
Celia
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